sábado, 22 de febrero de 2014

LA PALABRA DEL DOMINGO

 UN RETO  PERMANENTE
Entramos en el domingo siete del Tiempo Ordinario y seguimos leyendo en el capitulo quinto del Evangelio de San Mateo. El texto es continuación de lo que leíamos la semana pasada. Hoy llegamos a su conclusión. Conclusión que da sentido a todo lo dicho anteriormente y que revela, por un lado, la autoridad de Jesús, su pensamiento, al par que ratifica y subraya, su  modo de entender la vida, de vivir.

 El texto viene a ser justificado por la necesidad de ser perfectos como el Padre lo es. Es decir que todo lo dicho anteriormente viene respaldado por la acción del Padre, la cual los hijos han de imitar para poder así ser cada vez mas semejantes a El. 
Domina en  el cuerpo de los versículos que leemos hoy  y que van del  38 al 48, la necesidad de amar.
Después de todo lo dicho en los anteriores, Jesús proclama con un " Yo, en cambio, os digo"  la necesidad de dar un giro en la concepción que hasta a hora se tenía de las relaciones entre los hombres y en la forma de aplicar la justicia. La prioridad del  amor en todo lo que  determina nuestra vida y sobre todo ante los demás, ha de ser principal  y primera. Eso es lo que nos va a distinguir de los que aún no lo han descubierto.
 Además, nos percatamos de que Jesús no habla de memoria: no es  maestro que enseña lo que sabe, pero que luego en su vida particular eso podrá tener incidencia o no. Está hablando de su propia vida, de su propia opción. Eso es lo que El está haciendo y va a seguir haciendo. Esa es la fuente de donde mana toda la autoridad de su palabra que va unida a la vida, a su vida. Ese su comportamiento, su forma de vivir y de relacionarse con los demás . 
 Hay que perdonar en todo momento, que no quiere decir que no seamos críticos con las situaciones que exigen el perdón y que no las denunciemos, también a los que se comportan mal. Hay que dar la oportunidad para que el se comporta mal se de cuenta de ello y pueda corregirse, pero eso no quiere decir que no sea digno de perdón. Así, esta  forma de comportamiento a la que nos invita: amor y  perdón ofrecidos generosamente, no dejan de ser una llamada, un interrogante, para que los que no son de los nuestros puedan llegar a preguntarse - que lo harán o no , eso ya depende de ellos mismos - y descubrir desde donde lo hacemos, qué y quien nos motiva en todo esto.
Y este es el camino de la perfección, que no es andar levitando, ni haciendo  cosas extrañas, ni muchos menos encerrarnos en nuestra iglesias o sacristías porque el mundo es malo y hay mucho pecado. No, hay que  salirse a la calle,  echarse al mundo, como hizo Jesús, porque es ahí y solo ahí, donde tendremos la ocasión de manifestar que somos de Dios y que la salvación, para todos y de todos, es posible. Es lo que hace Dios, en y desde Jesús y con el Espíritu, esas es su perfección. tanto en cuento que nosotros actuemos así, imitándolee con nuestras capacidades, valores, medios y posibilidades. En esa medida y solo en ella, su vida enseñante se ira asentando en la nuestra, irá tomando cuerpo, carta de naturaleza, en aquello a lo que nos invita al final de este texto: " Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".

FELIZ DÍA DEL SEÑOR.

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