"C. G. Jung opina que a partir de la mitad de la vida, sólo queda con vida aquel que esté dispuesto a morir.
Para
él, la fe en la continuidad de la vida después de la muerte es una
certeza interior que tiene el alma. Al alma le resulta razonable ver, en
la muerte, una transformación y no la destrucción. Y al prepararse para
ello, vive sanamente.
Si veo en la muerte un propósito, me
prepararé para dejar mis éxitos y obras, mi salud y mi fuerza. La
discusión sobre mi propia muerte es, para Jung, la premisa para una vida
plena.
Quien ve un objetivo en la muerte, podrá soltar el
pasado. Quien en la muerte sólo vea destrucción, deberá aferrarse con
todas sus fuerzas a su juventud. Su evolución psicológica persiste. Para
Jung, este aferramiento a lo joven y la negación de aceptar que uno
envejece y muere, es una perversión de la cultura humana.
Forma
parte de la cultura de la sabiduría de la vejez, que puede crecer
solamente si nos confrontamos con nuestra propia muerte y nos
reconciliamos con ella.
El Antiguo Testamento nos relata historias de personas llenas de vida que están preparadas para recorrer el camino de la muerte.
Están
agradecidas por la vida que Dios les ha obsequiado, pero están
igualmente preparadas para soltarla y para dejarse caer en las manos de
Dios."
Anselm Grün. La Perfección de Soltar
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