lunes, 5 de agosto de 2013

Francisco alienta una nueva visión de Iglesia

No basta con el cambio personal, es necesario también el estructural

Avelino Seco, 04 de agosto de 2013 
 El Papa Francisco nos ha traído un regalo excelente: facilitar que el soplo del Espíritu ventee el maquillaje ideológico que, con frecuencia, oscurece la llama de Jesús de Nazaret, el Cristo, que la Iglesia debe mantener encendida.
 Al referirme a una nueva visión de Iglesia lo hago en un doble sentido: la Iglesia va teniendo una nueva visión de las personas y estas, a su vez, van teniendo una nueva visión de la Iglesia.
El título de un libro que publiqué hace cuatro años era: Utopía frente a recreación del pasado. Dos visiones de Iglesia. En él planteaba que una Iglesia aprisionada por ideologías, de puertas cerradas, con miedo a contaminarse con el mundo, predominaba, en aquel momento, sobre una Iglesia impulsora del presente hacia la utopía esperanzada de una realidad mejor que está por venir.
En este momento un gran número de hechos y palabras responden a una nueva visión de Iglesia: Francisco amante de la calle y el viaje en autobús; el Obispo que hace la comida y se lava la ropa en Buenos Aires; el buen pastor, con olor a oveja, que se queda a cuidar al sacerdote que está sólo y enfermo; el recién elegido Papa que va a pagar la factura de la Residencia donde se había alojado en Roma; el hombre que mira de frente, ríe a carcajadas e intenta romper barreras que impiden el contacto directo.
¿Son simples anécdotas bonitas y tiernas de un hombre bondadoso? También, pero no sólo. Hay algo que está influyendo poderosamente en esta nueva mirada de la Iglesia al mundo y del mundo a la Iglesia: el partir de la vida, el mirar los hechos de frente sin analizarlos a partir de una ideología que tiene el peligro de deformar la realidad y legitimar interesadamente formas de organización poco saludables. Se mira la vida sin cristales oscuros ni orejeras previas. La vida predomina sobre la doctrina

 

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