viernes, 23 de agosto de 2013

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO . CICLO C.

 LA OFERTA ESTÁ HECHA
 Va Jesús camino de Jerusalén y pasa por ciudades y aldeas y la gente lo sabe  y acuden a donde está. Le escuchan y le preguntan. Una de las preguntas que le hacen tiene que ver con la cantidad de los que se van a salvar y Jesús aprovecha la ocasión, no para darle al que pregunta, una respuesta que le pueda tranquilizar, sino para invitarle a trabajar por la salvación, al que pregunta y a todos los presentes.
 
 En definitiva, lo que les viene a decir es que Dios  ha hecho y va a seguir haciendo todo, para que esa pregunta pueda tener una respuesta satisfactoria y al alcance a todo hombre: Lo que Dios quiere es que todo hombre encuentre la salvación.
 Esto nos lleva a entender que ya no depende solo de Dios, sino que depende también del hombre, del esfuerzo que este haga por vivir desde el Señor, con sinceridad y transparencia. No es  suficiente invocarle, el haber mantenido con el una cierta relación de intimidad provocada por las comidas a una misma mesa o por el hecho de que haya enseñado en sus plazas. No, no es suficiente, pues tiene que haber algo mas y es lo que les dice Jesús y a lo que les invita.
 No anden dormidos  pensando que ya esta todo hecho, hay que seguir hasta el final en la lucha y en la entrega a Dios y a los hombres.
 La referencia a los patriarcas que Jesús les ofrece es para hacerles caer en la cuenta de que la salvación es obra de Dios, pero la fidelidad en el día a día a pesar de las dificultades y los sinsabores,  le toca al hombre aunque para ello no va a estar nunca solo, pues el Señor les irá conduciendo igual que lo hizo con los patriarcas. 
No es garantía  de salvación el hecho de pertenecer al pueblo de la alianza, que está bien, que facilita el tema. La salvación, sabemos, es obra de Dios en nosotros pero hemos de responder a ella con nuestra vida  y escucha atenta a su palabra, en un esfuerzo  por cumplirla, por llevarla a la práctica, siendo conscientes de nuestra debilidad y nuestra pobreza.
Vendrán de otros sitios a ocupar la mesa del Reino de Dios. El banquete, como ya ha dicho Jesús en otras ocasiones, no va a dejar de celebrarse por falta de comensales.
Es una advertencia, una llamada de atención y una invitación a pensar, no tanto en el número de los que se van a salvar, como en qué es lo que hay que hacer para salvarse, cual debe ser nuestra actitud y cómo debemos orientar nuestras decisiones con respecto a Dios.
La oferta está sobre la mesa y no va a ser retirada  y va a depender de nosotros, si la aceptamos o no en su totalidad, para que  su cumplimiento sea una realidad en nuestra vida. 
FELIZ DÍA DEL SEÑOR. 

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