Isabel Gómez Acebo3256kkk7
Ante los, cada día, más matrimonios rotos, uno de los problemas que
se le han presentado a la Iglesia es la situación de los católicos
divorciados y vueltos a casar. La doctrina tradicional les impedía el
acceso a la comunión, algo que preocupa a muchos obispos, entre ellos a
los italianos, que en su visita ad limina al nuevo pontífice, le han
pedido una solución.
Francisco les ha escuchado y se ha
reunido con monseñor Vincenzo Paglia, cabeza del ministerio que se ocupa
de la familia, al que le ha transmitido la preocupación de los obispos.
A este ministerio, que está trabajando en un texto sobre los novios, le
ha encomendado que elabore otro que encuentre “nuevas soluciones para
los divorciados y vueltos a casar”. Parece que el camino puede estar en
la evaluación de caso por caso, una senda que ya inició Benedicto XVI,
en un coloquio con sacerdotes de la diócesis de Aosta en 2005 al
insinuar, que el primer matrimonio podría haberse celebrado sin fe, con
lo que era fácilmente anulable. Y en la jornada mundial de la familia en
Milán pronunció “que la Iglesia ama a estas personas y que hay que
hacer todo lo posible para que se sientan amadas, aceptadas y no “fuera”
de la Iglesia.
Hasta ahora regía un texto del antiguo papa, cuando era cardenal
Ratzinger, que fue enviado a los obispos de la Iglesia en 1994: “La
Iglesia no reconoce el nuevo matrimonio, con lo que los divorciados y
vueltos a casar se encuentran en una situación que objetivamente
contrasta con la ley de Dios”.
¿Qué solución encontrará el nuevo documento? ¿Recortar los largos
procesos para conseguir la nulidad del matrimonio inicial? Me parece que
va a primar la acogida y la misericordia antes que los principios, que
es la médula del nuevo pontificado. De hecho Bergoglio, cuando era
arzobispo de Buenos Aires, escribió un vademécum en el que mostraba
condescendencia ante la posibilidad de que los divorciados y vueltos a
casar pudieran acercarse a la comunión.
Cambia la vida, cambian las costumbres y los padres convivimos con
nuestros hijos, que piensan y actúan distinto de nosotros… y no por ello
los apartamos. Si la Iglesia quiere ser madre, tendrá que seguir por
esta senda, de aceptar lo que ayer no contemplaba pues es la única
manera de ajustarse a los signos de los tiempos y mostrar amor a
familias que han sufrido mucho en las rupturas matrimoniales. De no
hacerlo perderá al nuevo matrimonio y a los hijos que conciban.
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