EL CARPACCIO.
Por María Sánchez
Por mucho que nuestro médico nos aconseje una dieta variada y
equilibrada rica en verduras, pescado a la plancha, y un poco de
fruta siempre caemos en la tentación de hincarle el diente a una
sabrosa hamburguesa con su grasa, sus papas fritas y cuanta
guarnición se le añada.
Si la hamburguesa no es una de nuestra
“comida-basura” favorita ahí está el tentador, perrito
caliente, bañado en una salsa llamada de tómate o ketchup
acompañado de su inseparable amiga, la mostaza. No debemos pasar por
alto la carta, amplia y variada, de las pizzas. Hay para todos los
gustos y diferentes tamaños Todo ello regado con un interminable
vaso, que más parece un balde, del archiconocido refresco de
cola.Para terminar el festín nos metemos, entre pecho y espalda, un
helado con mucho caramelo líquido. Reconozco que toda esta comida
nada tiene de saludable para nuestro organismo, sobre todo cuando se
trata de niños, a los que esta comida les vuelve locos.Aún con
todos estos inconvenientes en su contra, esta es una comida muy
socorrida para los tiempos que vivimos. Nuestra vida está pendiente
de un reloj, tal y como le ocurría a el conejo del cuento de Alicia
en el país de las maravillas. En las veinte y cuatro horas que tiene
el día queremos hacer todo; trabajo, casa, comida, reunión con los
amigos. Y, por si todo esto fuera poco, queremos conectarnos un
ratito al ordenador, la tablet, o el smartphone. Para rizar el rizo
la semana se va por entre los dedos, como el agua, cuando aún no
hemos digerido la llegada del lunes, ya tenemos al sábado tocando a
nuestra puerta.Sobre lo rápido que transcurre nuestra vida, me pongo
a cavilar y pienso en aquellos años en los que los días se hacían
eternos, las horas no pasaban nunca y nos daba tiempo para casi todo.
Hoy, por el contrario y, a pesar de los adelantos que nos hacen el
trabajo más fácil, nos falta tiempo y nos sobra trabajo.Es casi
seguro que de existir el tan socorrido microondas, que se inventó en
1946, hoy no conoceríamos el Carpaccio. Se cuenta que, por los años
30, el entonces propietario del famoso restaurante veneciano (Harry´s
Bar) creó este suculento plato a consecuencia de una noche
con mucha clientela. El señor Cipriani se encontró con que la carne
fresca se había agotado y se vio obligado a usar la que
guardaba congelada. La cortó en lonchas muy finas, la aliñó cruda,
con; vinagre, mostaza, mayonesa, pimienta blanca y limón aligerado
todo con caldo de pollo.Cuando le preguntaron por el nombre de tan
delicioso manjar, recordó los rostros sonrosados de su pintor
favorito, Vittore Carpaccio y con este nombre lo conocemos hasta el
día de hoy.Otra versión nos habla de que el origen de este plato,
nació como resultado del error de un médico, que aconsejó a
una de sus pacientes comer carne cruda, por carne roja, por el
déficit de hierro que la señora padecía. El señor Cipriani
preparó para su clienta la carne tal y como relato anteriormente.
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