Porque no se hace suficiente, debido a
la crisis tan larga y tan profunda que estamos viviendo, la labor que
lleva Cáritas en las distintas parroquias, recogiendo alimentos,
escuchando, animando, compartiendo...
Porque va siendo hora de dar un
paso más en lo que la opción por los pobres significa y supone.
¡Hay que seguir ahondando!: hasta donde haga falta, en la línea de
solidaridad y de la toma de conciencia.
Porque experimentamos dolor ante la
impotencia que se vive, semana tras semana, en cada una de las
parroquias de nuestro arciprestazgo. Experiencia que lacera y
achanta, ante situaciones que nos llegan de primera mano y ante las
cuales, en muchas de las ocasiones, no podemos hacer nada y que se
expresan con frases lacónicas y envueltas, en muchas ocasiones, en
lágrimas y desesperanza: “no tengo para pagar el alquiler y me
veré en la calle con mis hijos cuando menos lo piense”, “Me van
a cortar o me han cortado la luz o el agua ”. “No puedo comprarme
las medicinas”...
Ante esto las Cáritas parroquiales,
que lo viven de primera mano y les ponen rostro y nombre, en muchas de
las ocasiones no saben qué hacer, cómo hacer: no llegan las
colectas y aportaciones; y si damos a unos, hay que dar a todos y en
estos temas, lo de estudiar el caso o selección, es muy difícil:
todos tienen necesidad, todos tienen derecho.
Lo cierto es que pensamos que Cáritas
Diocesana debe dar un paso más en la denuncia, no ya en las puertas
de las iglesias, que está muy bien, sino ante los estamentos
políticos y sociales: ayuntamientos, cabildos, gobierno autónomo.
Hay que hacer algo, esto no puede
seguir así. Es necesario que ellos se impliquen de verdad. Y no vale
el que no hay presupuesto, eso no vale. No vale hablar de ayudas de
emergencia cuando se prolongan en los meses y cuando la gente lo que
necesita es la ayuda ya.
Cáritas y la Iglesia, con el obispo al
frente, han de dar un paso más, porque ya se hace insuficiente lo
que se está haciendo, porque no se puede contemporizar con las
administraciones cuando sabemos de sobra de las necesidades urgentes
de nuestra gente y que no tienen viso de solución. Es un pecado
mirar para otro lado sin buscar soluciones válidas, o no hacerlo
porque interese estar a bien con las instituciones.
Los pobres son la riqueza de la
Iglesia. ¡Pues que se note! ¡Que se note!
Porque de esto, al fin y a la postre, es
de lo que se nos van a pedir cuentas. Por tanto, creo que hay que
solicitar o hacer entender a las instituciones que nos gobiernan que
se han de implicar en ello de forma clara, contundente y efectiva y
no con paños calientes como hasta ahora parece se ha venido
haciendo. El pecado en este caso no solo puede ser por omisión,
sino también por contemporizar y no denunciar donde hay que hacerlo.
¿Recuerdan?: “Porque tuve hambre y
me dieron de comer”
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