sábado, 13 de julio de 2013

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.


¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO ?
El texto del evangelio de este domingo, que es de San Lucas, es nada más y nada menos que la parábola del buen samaritano. No sé ustedes, pero a mi me pasa que me centro en esta parábola tan bien traída por Jesús, que no me había fijado en que es lo que la provoca. Prestando atención al texto podemos descubrir con más profundidad y amplitud lo que el Maestro quiso decir a este hombre preocupado por cumplir la ley. De entrada Jesús le responde con lo que todo buen judío sabe, por que lo aprenden de memoria, ya desde pequeños y lo llevan grabado en  su corazón.


Pero nuestro buen hombre quiere más, quiere saber, tener pautas, para poder medir hasta dónde debe llegar, necesita saber  a quién debe considerar su prójimo, en una palabra, quién puede o debe ser merecedor de su atención y ayuda.

Este hombre que pregunta, maestro de la ley, no ha descubierto aún el hondón de la misma, cosa que Jesús trata ayudarle a descubrir usando personajes que en la sociedad de aquel momento eran  claves, bien por el papel que desempeñaban o por la situación en que la historia les había colocado.  (el levita, el sacerdote, el samaritano, el hombre que  es asaltado...)

También nosotros  hoy nos solemos plantear esta pregunta, sino abiertamente, si  y en muchas ocasiones, interiormente y sin atrevernos a manifestarla.

 El tema es: ¿Quién es mi prójimo?  O, dicho de otra forma ¿A quién debo ayudar? ¿Quién debe ser merecedor de mi atención? ¿En quién debo gastar mi tiempo, mi dinero y mi preocupación?
La respuesta de Jesús no deja lugar a dudas: quién sea, dónde sea  y cómo sea. La necesidad no tiene color, ni raza, ni nos permite andar dando vueltas. La necesidad lo es aquí, allí, y en cualquier parte, sobre todo cuando es alguien que ha sido humillado, abatido, maltratado y que no tiene posibilidad de ponerse en pie en el sentido más amplio de la palabra.

No tengo ni idea de cómo se le quedaría el cuerpo a este hombre que quería saber, que es una buena actitud. Supongo que se quedaría rumiando la conversación y si la pregunta era desde una buena intención la respuesta le llevaría, sino al cambio, sí al deseo de ser mejor y más atentó al tema.

 De todas formas, lo que nos debe preocupar a nosotros hoy es qué es lo que pensamos de ello y si estamos dispuestos a seguir las enseñanzas de Jesús, o si por el contrario nos hemos vacunado, de tal forma y manera, que ya somos maestros en el rodeo, en el pasar de largo, en la excusa o en el "que Dios le ayude", que es tan socorrido cuando nos encontramos con uno de estos casos, sin percatarnos de que Dios nos lo pone delante para que le ayudemos en su nombre y suele suceder lo de siempre, que le endilgamos el tema al otro cuando en realidad somos nosotros quienes debemos hacerlo.

Feliz domingo. Feliz día delSeñor.


miércoles, 10 de julio de 2013

BUSCANDO NORTE

El día va poco a poco avanzando y mientras el sol se decide a ocultarse tras las montañas dejando pasar la sombra y con ella  la frescura que del mar nos llega, en la espera de que esto suceda, me dedico a leer, escribir o tocar en el teclado las canciones que más me gustan. Hoy he decidido escribir algo y aquí estoy en la faena.


Para empezar, quiero compartir con ustedes el desconcierto y la desorientación que sufro al ver las noticas de la tele en donde se habla  de corrupción, de engaños y tramas, en donde persona importantes están implicadas y pienso lo que estarán pasando ellos y sus familias.
No se trata ahora de si se lo merecen o no, me centro en el sufrimiento y la pregunta que me hago es: ¿merece la pena sufrir tanto por dejarse llevar ante el afán de dinero y de poder, sobre todo cuando  ese dinero se adquiere de forma oscura y pertenece a otros? No  me digan ustedes que esto merece la pena.
 Es increíble ver como personas cultas y con, se supone, experiencia de la vida y también con suficientes medios para vivir de forma holgada, se vean sometidas a estas situaciones por el afán de tener más, por el egoísmo.
No término de entenderlo, no me cabe en la cabeza, claro que yo no soy, ni mucho menos, mejor que ellos. Pero no término de entenderlo, que quieren que les diga.
Recurriendo a uno de nuestros clásicos, Jorge Manrique, concluyo con aquello que dice  en la "Elegía a mi padre" :

"Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar a la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos á se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
allegados, son iguales
Los que viven por sus manos
y los ricos"

Me asusta que toda la sabiduría acumulada a lo largo de siglos no nos ayude en nuestro vivir de cada día.

martes, 9 de julio de 2013

EL PAPA EN LAMPEDUSA DIJO:

TEXTO DE LA HOMILÍA.

Inmigrantes muertos en el mar, desde esas barcas que en lugar de ser una vía de esperanza han sido una vía de muerte. Así es el título de los periódicos. Cuando hace algunas semanas he conocido esta noticia, que lamentablemente tantas veces se ha repetido, mi pensamiento ha vuelto a esto continuamente come una espina en el corazón que causa sufrimiento.
Y entonces he sentido que debía venir aquí hoy a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita, no se repita, por favor.
Pero antes, quisiera decir una palabra de sincera gratitud y de aliciente a ustedes, habitantes de Lampedusa y Linosa, a las asociaciones, a los voluntarios y a las fuerzas de seguridad, que han mostrado y muestran atención a las personas en su viaje hacia algo mejor. Ustedes son una pequeña realidad, ¡pero ofrecen un ejemplo de solidaridad!
Gracias también al Arzobispo Mons. Francesco Montenegro, por su ayuda, su trabajo y su cercanía pastoral. Gracias también a la señora Giusy Nicolini, alcaldesa, por lo que hace.
Dirijo un pensamiento a los queridos inmigrantes musulmanes que están comenzando el ayuno de Ramadán, con el deseo de abundantes frutos espirituales. La Iglesia está cerca de ustedes en la búsqueda de una vida más digna para ustedes y para sus familias. ¡A ustedes "O' scia'!"
Esta mañana, a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, quisiera proponer algunas palabras que, sobre todo, despierten la conciencia de todos, impulsen a reflexionar y a cambiar concretamente ciertas actitudes.
"¿Adán, dónde estás?": es la primera pregunta que Dios dirige al hombre después del pecado. "¿Dónde estás?". Es un hombre desorientado que ha perdido su lugar en la creación porque cree que puede volverse potente, que puede dominar todo, que puede ser Dios. Y la armonía se rompe, el hombre se equivoca y esto se repite también en la relación con el otro que ya no es el hermano al que hay que amar, sino sencillamente el otro que disturba mi vida, mi bienestar. Y Dios hace la segunda pregunta: "Caín, ¿dónde está tu hermano?". El sueño de ser poderoso, de ser grande como Dios, es más de ser Dios, lleva a una cadena de equivocaciones que es cadena de muerte, ¡conduce a derramar la sangre del hermano!
¡Estas dos preguntas de Dios resuenan también hoy, con toda su fuerza! Muchos de nosotros, también yo me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos unos a otros. Y cuando esta desorientación adquiere las dimensiones del mundo, se llega a las tragedias como a la que hemos asistido.
"¿Dónde está tu hermano?", la voz de su sangre grita hasta mí, dice Dios. Esta no es una pregunta dirigida a los demás, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros. Esos hermanos y hermanas nuestros trataban de salir de situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un lugar mejor para ellos y para sus familias, pero han encontrado la muerte.
¡Cuántas veces aquellos que buscan esto no encuentran comprensión, acogida, solidaridad!
¡Y sus voces suben hasta Dios!
Y una vez más a ustedes, habitantes de Lampedusa les agradezco su solidaridad.
He escuchado recientemente a uno de estos hermanos. Antes de llegar aquí han pasado por las manos de los traficantes. Esos que explotan la pobreza de los demás. Esa gente que hace de la pobreza de los demás su propia fuente de ganancia. ¡Cuánto han sufrido... y algunos no han logrado llegar!
"¿Dónde está tu hermano?". ¿Quién es el responsable de esta sangre?
En la literatura española hay una comedia de Lope de Vega que narra cómo los habitantes de la ciudad de Fuente Ovejuna matan al Gobernador porque es un tirano, y lo hacen de modo que no se sepa quién ha realizado la ejecución. Y cuando el juez del rey pregunta: "¿Quién ha asesinado al Gobernador?", todos responden: "Fuente Ovejuna, Señor". ¡Todos y nadie!
También hoy esta pregunta surge con fuerza: ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: no soy yo, yo no tengo nada que ver, serán otros, ciertamente no yo. Pero Dios pregunta a cada uno de nosotros: "¿Dónde está la sangre de tu hermano que grita hasta mí?"
Hoy nadie se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano: miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá pensamos "pobrecito", y continuamos por nuestro camino, no es tarea nuestra; y con esto nos tranquilizamos y nos sentimos bien. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia hacia los demás, es más lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos concierne, no nos interesa, no es un asunto nuestro!
Vuelve la figura del Innominado de Manzoni. La globalización de la indiferencia nos hace a todos "innominados", responsables sin nombre y sin rostro.
"¿Adán dónde estás?", "¿dónde está tu hermano?", son las dos preguntas que Dios hace al inicio de la historia de la humanidad y que dirige también a todos los hombres de nuestro tiempo, también a nosotros.
Pero yo querría que nos hiciéramos una tercera pregunta: "¿Quién de nosotros ha llorado por este hecho y por hechos como éste?". ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca? ¿Por las jóvenes mamás que llevaban a sus niños? ¿Por estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias familias?
Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del "padecer con": ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!
En el Evangelio hemos escuchado el grito, el llanto, el gran lamento: "Raquel llora a sus hijos... porque ya no están". Herodes ha sembrado muerte para defender su propio bienestar, su propia pompa de jabón. Y esto sigue repitiéndose... Pidamos al Señor que borre lo que queda de Herodes también en nuestro corazón; pidamos al Señor la gracia de llorar sobre nuestra indiferencia, sobre la crueldad que hay en el mundo, en nosotros, también en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas que abren el camino a dramas como este. ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado? ¿Quién ha llorado hoy en el mundo?"
Señor, en esta Liturgia, que es una Liturgia de penitencia, pedimos perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas, te pedimos, Padre, perdón por quien se ha acomodado, se ha encerrado en su propio bienestar que lleva a la anestesia del corazón, te pedimos perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas. ¡Perdón Señor!
Señor, que escuchemos también hoy tus preguntas: ¿"Adán, dónde estás?", "¿dónde está la sangre de tu hermano?"



sábado, 6 de julio de 2013

DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

UNA CLAVE PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN.

El texto del evangelio de este Domingo es un tanto desconcertante, pues de pronto nos encontramos a Jesús que envía a otros setenta y dos a anunciar el Reino de Dios allí por donde pensaba ir él.
Estos setenta y dos no sabemos de dónde han salido y son anónimos, pues en ningún momento se habla de una llamada anterior, como sucedió con los Doce a la orilla del lago en Cafarnaún.
Lo cierto es que Jesús les envía y les da instrucciones de cómo deben hacer y cuál ha de ser su comportamiento. A la vuelta le cuentan al Maestro lo que ha sucedido y cómo el demonio era vencido. Indudablemente es un texto desconcertante, con ribetes de futuro y apocalípticos y creo que es por ahí por donde debe ir la reflexión: tratando de ver en este envío a toda la Iglesia, que ha de ser misionera. 
Seguir a Jesús implica radicalmente vivir y anunciar el evangelio, de eso no nos cabe duda. Seguir a Jesús, supone llevar la noticia a donde está la gente para que luego él pueda ser recibido y aceptado como el Señor, como el que salva. Esa es la misión de la Iglesia. Esa es nuestra misión y es por ahí por donde debe ir nuestra reflexión de hoy.
Pero el tema no está solamente en seguir a Jesús, el tema del texto más bien está en  ser dóciles al envío. Jesús les envía y ellos obedecen. Esa es la clave.
Nos tendríamos nosotros que preguntar hoy: ¿a dónde nos envía Jesús y para qué nos envía? 
Seguramente que muchos de los problemas que tenemos a la hora de la misión y de evangelizar quedarían zanjados, porque ya no va a depender sólo de nosotros, del cómo y del cuándo, sino que entra en juego alguien mucho más importante que no es una idea, que es una persona, que es el mismo Maestro que envió a aquellos setenta y dos, y nos siguen enviando a nosotros hoy y allí a donde él piensa y quiere llegar. En la medida que estemos unidos al Maestro y seamos dóciles a su Palabra y sus sugerencias, en esa medida los hombres reconocerán a Dios como Padre y a Jesús como el Señor que salva.
Porque ¿qué es sino eso de evangelizar?
Feliz día del Señor.

jueves, 4 de julio de 2013

NO SÉ SI SOY UN BICHO RARO.

Me encuentro disfrutando de los primeros días de mis vacaciones anuales. Estoy en el campo.Por la mañana, desde muy temprano, me dedico a leer durante una hora u hora y media mientras esperó que amanezca.Me fumo mi cigarrillo, me tomo mi café y pienso.
Leo, leo sin prisa y disfrutando de la lectura. Leo  los libros que a lo largo del curso no he podido nada más que mirar  la portada. Sobre la mesa en pila, son unos seis o siete, siete para ser más concreto. Hay de todo un poco, pero ganan los de teología como no podía ser de otra forma.

En cuanto amanece, me pongo mi ropa de faena , cojo mi hazada y me voy a la huerta en donde voy mimando lo que he ido plantando: Los tomates, las calabacearas, las cebollas, las coles, los pimientos, el peregil, el  orégano, el cilantro, etc,etc.
De vez en cuando, en el transcurso de la faena cuando el calor va apretando, me paro, me limpio el sudor , miro al cielo, contemplo lo que me rodea y digo por lo bajini: ¡gracias, Dios mío!
No se si soy un bicho raro o que. No lo se. Si que se que me siento tan a gusto, tan lleno, que no cambio mi huerta y lo que en ella disfruto, por ningún hotel del mundo, por ningún viaje maravilloso y por ninguna playa paradisiaca de esas de las fotos que aparecen en las revistas que promocionan viajes a no sé que paraiso al otro lado del mundo. Yo ya estoy en el paraíso y cerca de Dios.





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