CUANDO EL AMOR ES MAS FUERTE QUE LA MUERTE.
Como todos sabemos, hoy celebramos a San Pedro y San Pablo. Ambos dieron testimonio con su vida y su palabra de Jesús como el Señor que salva. A ambos se les confía tarea importante; al primero, sostener a la iglesia naciente a pesar de sus miedos y debilidades; iglesia que duda, que tiene que tomar decisiones, que no sabe muchas veces qué camino hacer... El Señor se vale de este hermano nuestro, de su voluntad y arrojo, de su tirarse de cabeza a la realidad sin pensar, de su carácter, para poner a la Iglesia en pie y fortalecerla. A el se le entrega la responsabilidad de los hermanos, es lo que leemos en el texto con lo de las llaves y el testimonio y que luego volvemos a leer al final del evangelio de Juan con las tres preguntas y la invitación que lo redondea todo: el sígueme.
Este es San Pedro y luego tenemos a San Pablo que del mundo del fariseísmo y del deseo de medrar alimentando el odio a los cristianos pasa a ser anunciador de aquel a quien persigue y por el que sufre y espera la muerte ( según el texto que hemos proclamado).
San Pedro y San pablo hoy nos invitan el primero, a la sencillez y firmeza en la fe, al cuidado de los hermanos, a la disponibilidad y a la obediencia al Señor por encima de todo y el segundo, San Pablo, a la osadía de romper fronteras, de abrir caminos nuevos en la fe acudiendo allí donde nadie le espera para anunciar que la desesperanza ha encontrado salida. A doblegarse y aceptar sus errores y seguir en el camino sin avergonzarse de su ser seguidor de Cristo.
Ambos nos dejan un testimonio que sigue siendo tan valido hoy como en aquellos tiempo. En Pedro encontramos al hombre que sigue queriendo hallar la verdad, seguimos en búsqueda del consuelo y de la paz interior que sabemos, aunque muchas veces lo creamos así, que no solo es cuestión de voluntad, sino tambien de gracia y don, de palabra y oración, de sencillez y no de altanería que normalmente nos lleva a pensar que somos mas que los otros y que hasta Dios debe someterse a nuestros deseos y forma de ver, entender y hacer las cosas. La receta que le da Jesús es la que cura todo eso: Si me amas, cuida de estos hermanos que pongo en tus manos. Así que, sígueme; es decir, aprende de mi, conmigo y deja de pensar tanto en ti.Por otro lado tenemos a Pablo el gran místico, el que supo dejarse labrar por el Señor, el que llegó a descubrir, anunciar y vivir, después de tanto odio como alimento, que el amor es la clave a la hora de convivir y recrear las relaciones humanas e inclusive y también, a la hora de morir. Ahí están sus cartas llenas de fe y esperanza y en donde no se olvida de la vida, con los pies en el suelo y el corazón revoloteando entre alegrías, ilusiones, preocupaciones, soledades y también están los hermanos que Dios le ha dado y en donde y con quien haya consuelo en su lucha interior descarnada y con poco alivio. El texto de hoy es un claro ejemplo de ello. Por encima de todo y sobre todo, está el anuncio del Señor.
Que la fiesta de estos dos hermanos y su memoria nos animen a cada uno de nosotros a ser fieles desde donde estamos, desde donde nos toca vivir y hacer historia, desde nuestra realidad. El Señor habita en todo el que con corazón sincero le busca fielmente, le muestra su rostro, sana sus heridas, le da cobijo y la certeza de saber que su vida no ha sido en vano aunque a los ojos de los hombres y a veces en su corazón, sienta que su vida ha sido un fracaso y un tiempo mal gastado.
¡¡Feliz día del Señor !!
José Rodríguez Díaz
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