07/06/2025
En este año jubilar todo nos remite a la esperanza. Sin embargo, al acercarnos a ella, experimentamos de inmediato que no es una compañera fácil ni se deja reducir entre los estrechos límites del optimismo cortoplacista. La esperanza cristiana, porque orienta sin cesar nuestra mirada hacia la persona de Cristo, sabe a resurrección al mismo tiempo que sabe de fracaso. Sin el fuego de Pentecostés, los caminos de vuelta se transforman en prisiones insoportables, pero el Espíritu viene a soplar en nuestras brasas el aliento de Dios y, con él, la tarea de cultivar la esperanza vuelve a ser posible
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