sábado, 10 de noviembre de 2012

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO.CICLO B.

 ¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO CORAZÓN?
 Todo maestro aprovecha cualquier circunstancia para enseñar a los suyos y eso es lo que en esta ocasión hace Jesús observando el ir y venir de sus paisanos.

 El texto de esta semana tiene un contrapunto que el Maestro aprovecha de forma magistral pues estando instruyendo sobre el comportamiento que no es adecuado encuentra el hecho real de la viuda pobre que pone toda su vida en el cepillo del templo. Ese gesto es digno de atención  y de imitación. Esa mujer poniendo todo lo que tiene para vivir está poniendo también su destino en las manos de Dios, con sencillez y sin soberbias.  Una entrega sin condiciones, que habla por sí sola, que expresa y nos dice donde está su confianza, donde está enraizada su vida: total y absoluto abandono confiado en las manos del Dios de los padres.
Esta enseñanza llega hasta nosotros hoy y creo que debemos dejarnos interrogar ante ese gesto, que es uno, seguro que hay muchos mas que se producen en el senos de nuestras parroquias, comunidades o grupos cristianos.
Saber, y lo sabemos, que Dios no es un Dios de  cantidades, sino de calidades, que no calibra el exterior. La tentación de ponernos por encima de los demás siempre va a estar ahí, está al día, lo cual quiere decir que hemos de pertrecharnos de la sabiduría que mana de la humildad, la confianza y la oración.
En esto del servir al Señor no podemos andar ni vivir como trepas buscando honores que no tienen nada que ver con el evangelio ni con la actitud de la viuda pobre, eso no puede entrar en nuestro programa de vida. 
Hoy es necesario y yo diría que hasta urgente, convertirnos al Señor desde lo íntimo del corazón, dejar que nos vaya modelando. El lo que quiere son corazones y no meras voluntades que hoy son y mañana se esfuman.
Desde este texto podemos reflexionar, ahora que estamos celebrando el año de la fe, donde está puesta nuestra confianza, si en nuestra mochila, repleta de aspiraciones que no tienen nada que ver con el Evangelio, o si por el contrario estamos dispuesto a vaciarla y dejar que sea el Señor quien la llene. Dicho de otra forma: ¿De quien nos estamos fiando, de nosotros mismos o de Dios ?
¡Feliz día del Señor !
 




 

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