sábado, 5 de noviembre de 2022

LA PALABRA DEL DOMINGO. DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

 LO QUE NOS ESPERA

En el texto del evangelio de este domingo nos encontramos conque a Jesús le plantean  los Saduceos una cuestión  que tiene que ver con el futuro pero también con el presente. El tema es la resurrección. Resucitan o no los muertos ?

Por el mismo texto nos damos cuenta de que  el tema de la resurrección no  estaba  tan claro entre el pueblo de Israel, la misma pregunta nos advierte de ello aunque si es verdad que es algo  que poco a poco se va abriendo paso y cada vez se va  generalizando mas desde la experiencia del Dios creador, del Dios dador la  vida. Ya los profetas lo apuntan y el libro de los Macabeos nos lo dice pero la cuestión mas que en el hecho en si está en qué   entendemos por resurrección y me atrevo a decir que en ese sentido poco hemos avanzado.

La Resurrección es cuestión de fe, pura y dura y se fundamenta en la  misma vida de Dios que El quiere compartir con los hombres. De hecho, Jesús no dice como va a ser, pero sí, lo que será, cual el estado de los  resucitados y su nueva condición.

 La razón fundamental  la da  cuando dice que Dios  no es  de muertos, sino de vivos, porque para el todos están vivos. El Dios de la vida no provoca la muerte. Ya leíamos el domingo pasado en el libro de la Sabiduría aquello de "  amigo de la vida" refiriéndose a Dios

Decimos que la resurrección tiene que ver con la vida, claro que sí, pues asumiendo nuestra existencia, sin dejar de ser nosotros mismos, la transporta y eleva a la condición total de Hijos de Dios que participan de su mismo ser sin anular el nuestro y  en donde se  encuentra la  total plenitud y en donde las necesidades  humanas son superadas y lo espacio temporal es  revertido dejando de condicionar, de  determinar.

 No es reencarnación que sería un volver a empezar para ir escalando  estadios, ni un revivir,  para seguir con la vida que traíamos, no. Tampoco es la nada. Es resurrección.  Es elevación total de nuestra humana condición que  participa de la misma vida de Dios, sin anular nuestro yo, pero potenciándolo al máximo por lo que nos veremos  libres de las ataduras del cuerpo y en donde lo espacio temporal  no adquiere la relevancia tan determinante como ahora posee en nuestra existencia . Es la comunión total y absoluta con el Padre , en el Hijo  y  con la fuerza del Espíritu que sin dejar nuestra condición  nos incorpora al mismo misterio de Dios, pero sin anularnos. Es entrar en el Misterio Trinitario de Dios.



¡¡Feliz día del Señor!!

José Rodríguez Díaz

 

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