sábado, 30 de julio de 2022

LA PALABRA DEL DOMINGO . DOMINGO XVIII DEL TIEMP0 ORDINARIO. CICLO C.

UNA PROPUESTA  ATREVIDA.

En este domingo  se nos invita,  desde los textos que vamos a escuchar, a una reflexión que  de alguna manera y  mas tarde o temprano, nosotros hacemos con respecto a la  vida, a los quehaceres   o preocupaciones que nos embargan, el tiempo, la vida, las posesiones.

Se nos dice en la primera lectura que todo es vanidad que  nada merece la pena  y de verdad que esto no deja de ser desconcertante y hasta resulta impertinente. No obstante, el horizonte se va abriendo a medida que avanzamos en la comprensión de los textos que vienen a continuación. San Pablo en la carta a los Colosenses y Jesús en el evangelio de San Lucas. 

Parándonos en el evangelio  y tratando de ahondar en lo que allí sucede nos damos cuenta  de que alguien le pide a Jesús que  se erija en Juez ante el conflicto de herencia que tiene con su hermano. Jesús no lo hace, pero si que le da una respuesta que  está  acorde con la dinámica del Reino de Dios y que, de  pasada,  intenta  aportar una solución a la preocupación que movió a este hombre  a pedirle que  le ayude a solucionar el problemas que ambos hermanos tienen en lo que a la  pertenencia de  bienes  respecta y lo hace con una parábola.

La enseñanza de la parábola no es otra mas que la caducidad de la vida del hombre. No sacamos nada preocupándonos por   tener y acumular  cuando a la hora de la verdad todo va a quedar aquí y con frecuencia, terminará en manos de quien menos pensamos. El afán de poseer anula nuestra dimensión de trascendencia, de  solidaridad comunitaria y nos convierte en  seres insaciables  egoístas y desconfiados. Nunca vamos a estar satisfechos, aparte de que el empeño por  mantener lo acumulado nos roba la paz del corazón y hasta nos quita el sueño, cuando a la hora de la verdad, dice Jesús, no eres  ni dueño de tu vida, ni de las riquezas ni de tu tiempo.

Es propio del hombre  tener cierta  seguridad ante los  posibles  vaivenes con los que la vida nos pueda sorprender, pero eso no puede llegar a tal extremo que nos convierta  en  seres extraños que han perdido  toda la dimensión de gratuidad que la vida proporciona y que es necesaria para equilibrar el afán desmedido de control.  Hay que dar un margen a la confianza y a la esperanza de que si llegan los males, ya saldremos adelante. No se trata de vivir al día, pero tampoco  preocupados por el mañana de forma que  perdamos  contacto con la realidad, con  los momentos de gozo que la vida nos  pueda ofrecer. El engaño está en que pensando que no nos va a faltar nada , porque tenemos muchos vienes, no  disfrutamos de ellos porque la preocupación por  perderlos no nos deja vivir y entonces, ni lo uno ni lo otro.

La  solución al dilema  ya nos la de Jesús y San Pablo , como ya hemos dicho mas arriba,  ahonda en ello. La Preocupación, la gran preocupación no ha de ser la de acumular riquezas o el afán de  poseerlas... Nuestra vida tiene , fundamentalmente, una dimensión de trascendencia, una vocación de futuro que  las posesiones no  dan , al contrario, la roban, por tanto, al tanto,  y valga la redundancia,  que nuestra gran riqueza ha de estar en lo trascendente, en Dios,  que se nos revela  como el  origen primario y final de nuestra existencia, no podemos quedarnos en la creación, en los vienes, ellos han de ayudarnos a encontrarnos con el Definitivo, con el Creador. En la medida  que  esto sea así las riquezas están cumpliendo con su misión.  Claro que   eso depende total y definitivamente de nosotros. En el fondo la pregunta es ¿ Quien esperamos que nos salve , Dios o el dinero?

Creo que  es eso   lo que  se nos plantea  desde los textos de este domingo.

¡¡Feliz día del Señor!!

José rodríguez Díaz.


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