ROMPIENDO LAS ATADURAS DEL CORAZÓN.
Juan,20,19-23
Este domingo volvemos a leer el texto de San Juan 20 que leímos el segundo domingo de pascua, aquel en el que Jesús resucitado se muestra a los discípulos que atenazados por el miedo y el no saber qué hacer se habían encerrado en casa y El llega y les da la paz y les devuelve la alegría y les colma con el Espíritu Santo y les envía a ser testigos por todo el mundo de la buena noticia del amor de Dios expresado en el perdón de los pecados.
San Lucas en la primera lectura nos ofrece uno de los relatos de los tres pentecostés que consigna en su crónica de la Iglesia. Este domingo leemos el de la Iglesia de Jerusalén, pero nosotros sabemos que también están el pentecostés de los Samaritanos y el de los gentiles en casa de Cornelio.
Nosotros hoy andamos suspirando por un nuevo Pentecostés, por el momento en que se produzca en nuestra Iglesia. Esto será posible si sabemos permanecer unidos en oración junto con María y toda la Iglesia.
Andamos preocupados por la evangelización en nuestra diócesis y fruto de ello es el plan de pastoral que hemos elaborado. Un plan diocesano de pastoral que mira a las periferias como lugar privilegiado de nuestro quehacer como discípulos del Maestro, de nuestro ser apóstoles, de nuestra condición de enviados, pero al igual que a los primeros discípulos nos atenaza el miedo y el no saber por donde empezar cuando miramos a nuestro alrededor. Nos sentimos pequeños y acobardados, quizá porque no tenemos seguridad en los que ha sido puesto en nuestras manos. Sabemos que andamos necesitados de la fuerza del Espíritu.
Tambien creo que nos falta humildad, solicitud y saber confiar en que el Señor ya pondrá todo lo que haga falta o necesitemos, todo lo demás. Es necesario que nosotros estemos dispuesto a abandonar nuestros miedos, nuestras seguridades humanas, nuestras perezas y nuestras desconfianzas que fructifican en inseguridad. Hace falta que nos dejemos transformar, dejar que el Espíritu nos lleve por los caminos de la vida, de nuestras parroquias, de nuestras relaciones con la gente, de nuestra sociedad y de nuestra vida interior.
Mirando despacio la frase de Jesús: " recibid el Espíritu Santo", me doy cuenta de que quizá nosotros no estemos tan dispuestos a recibirle, a aceptarlo en totalidad y plenitud y preferimos seguir chaqueteando, seguir engañándonos y dando largas, aunque eso sí, queremos hacer cosas, no nos podemos quedar atrás, pero de verdad, de la del corazón, ¿ estamos abiertos a la novedad que trae consigo el Espíritu Santo al que cada año pedimos venga sobre nosotros?
Esto solo se puede contestar personalmente. La respuesta está en cada uno de nosotros.
Feliz día de Pentecostés
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