DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO. CICLO B
LA VOCACIÓN DE DIOS.
La Palabra que se nos ofrece este domingo para la irreflexión pone ante nuestros ojos dos momentos de la Historia de la Salvación que no podemos dejar escapar. Creo que nos pueden ayudar para nuestra vida cotidiana de la fe en lo que a la Iglesia se refiere, como también en nuestra vida personal.
El primero de los textos es del Segundo Libro de Samuel y nos refiere como el Rey David ha de ser corregido por el profeta Natán - la palabra de Dios- ante el deseo de construir una casa para el Señor. En principio parece buena idea hasta para el mismo profeta, pero el Señor no acepta y pone los puntos sobre las íes.
¿Que hay de trasfondo en todo ello siendo una buena y laudable obra?
Ni mas ni menos que la tentación de sustituir al Señor, de arrinconarle en el templo, de tenerle presente solo para las necesidades, de atarlo de pies y manos, de considerarle como un Dios "adorno". Dios se niega a ello y así lo manifiesta. La historia de la Salvación está en su mano, es el quien la realiza y no el rey. El pueblo es su pueblo y por tanto a El y sólo a El, le corresponde la salvación y marcar sus caminos. El rey es el primero que ha de estar sometido a su palabra, a la obediencia de su palabra. El rey ha de tener bien claro que solo es un instrumento en las manos de Dios y un eslabón mas en la relación de Dios con los suyos, con su pueblo.
El segundo texto nos lleva hasta Nazaret. No a un palacio, sino a una casa pobre. No ante una persona que tiene en sus manos el poder, la gloria, el honor y la grandeza de sentirse elegido y acompañado por Dios en sus empresas y sus proyectos. No. Nos lleva a la casa pobre de María, virgen desposada con un hombre llamado José. Su único proyecto es el de todas las jóvenes de su tiempo, contraer matrimonio con un hombre bueno y trabajador de entre los suyos, de su pueblo.
Aquí también nos encontramos con la acción de Dios a favor de su pueblo y si en la primera lectura el rey es invitado a cambiar de proyecto, en esta, la doncella, es invitada a aceptar el proyecto de Dios que encaja perfectamente en el proyecto de su vida: ser madre.
A lo que quiero llegar es a algo que ya dicen los salmos: los caminos del Señor no son a veces nuestros caminos y sus proyectos no son nuestros proyectos.
Y con esto me sitúo en nuestro tiempo, en nuestra Iglesia y entro en la reflexión de pensar qué es lo que estamos haciendo y desde donde los estamos haciendo, cuales son nuestros proyectos, nuestras decisiones, nuestros sies. Si son pasados por el tamiz de la palabra de Dios o si por el contrario llevan muy mucho de personalismo disfrazado de buena obra. Si lo que estamos buscando es ser protagonistas y hacedores de la Historia de la salvación o si dejamos que Dios actúe, que nos actúe, que nos renueve, que nos construya la casa, como dice otro de los salmos. El proyecto, no podemos olvidar, es de Dios y nosotros hemos de aceptar que, con responsabilidades o no, hemos de estar atentos a su Palabra. Saber que no tenemos la última palabra en todo ello, tampoco la primera. La última y la primera palabra las tiene El y solo El.
Todo esto creo que no debemos perderlo de vista ante programaciones pastorales, proyectos parroquiales, grupos, familia, catequésis, amigos, novios...Todo lo que es nuestra vida social y de fe, personal o comunitaria.
Los cristianos no podemos permitirnos el lujo de apartar a Dios de la vida y tenerlo arrinconado para sacarlo cuando nos conviene. Eso es un gran pecado, eso es utilizar a Dios, porque la vocación de Dios, si es que podemos hablar de vocación en Dios, es estar en medio de los suyos, en medio y caminando con su pueblo. Nada le es ajeno, todo le importa y su mano está en todo. El mundo es su lugar favorito porque en el habita lo mas sublime de su obra, con quien siempre quiere contar y guiar: el hombre.
Feliz día del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario