NO VALEN LAS TRAMPAS.
El tema que nos ocupa este domingo es algo que todos, de alguna forma u otra, deseamos alcanzar: La salvación. Si, la salvación, aunque esta idea parezca algo trasnochada y fuera de lugar en estos tiempos en donde el hombres afincado en su orgullo y falsas seguridades pretende ser el absoluto y gran protagonista de todo y aunque ya sabe que no es el centro del universo como tiempos ha, si sigue pensando que es el dueño de todo, de la vida y de la muerte, del tiempo, del ayer y del hoy, aspirando a domeñar desde su absurda soberbia el universo y la naturaleza. Hoy el hombre no necesita ser salvado, no necesita que lo salve nadie, el solito se tiene y se basta para ello, el hombre se ha convertido en su propia salvación, es decir, en su propio Dios. Es la tentación en versión moderna de aquella otra en donde se le susurraba al oìdo que si comía de aquella fruta ya no necesitaría mas de Dios porque sería igual que el, sería Dios. Y en ese empeño estamos y parece que no hemos aprendido por lo que andamos viendo pues aún seguimos dejándonos regalar el oído por esas promesas de grandeza y endiosamiento, de vanidad. Las tentaciones de Jesús en el desierto son una versión digamos que ampliada, de aquella otra primera.Desde el momento que el hombre pone su corazón en el poder, la riqueza, el dinero, el placer; desde es momento, se llena de soberbia no mira a nada ni a nadie y se piensa y cree el Señor del universo entero y no le importa la vida de los demás, solo piensa en sí mismo, por ahí va tambien aquello de Jesús de el quiera salvar su vida la perderá.
Vamos a los textos de hoy. El primero, del profeta Isaías ( Is. 66,18-21 ) Tenemos lo que acabamos de decir, el pueblo ha prescindido de Dios y se empeño en ir a la guerra y fracasó y no se salvó y es Dios el que de nuevo y una vez mas, sale al paso de la situación de vació, rompimiento y dispersión que están viviendo tratando de recuperar lo perdido y posibilitar que se sientan de nuevo pueblo, pueblo de Dios, pueblo constituido por Dios, ha sido es y será Dios quien de consistencia a su ser nación; esto no pueden , no deben olvidarlo. La Salvación es de Dios para el hombre y no es algo que el hombre se pueda alcanzar por sí mismo. El hombre ha de colaborar en ello y eso es lo que tambien nos encontramos en la segunda lectura que es de la carta a los Hebreos ( Heb. 12,5-7ss) y en donde se nos dice que el Señor no castiga, sino que corrige y en esa corrección hemos de aprender nosotros a saber estar al lado de aquellos que necesitan ayuda. Aquí nos percatamos de la necesidad de estar pendientes los unos de los otros, de forma que todos podamos experimentar, gozar, poseer la salvación de Dios desde la conciencia y la necesidad de la vida de los demás y de la vida del mismo Dios. Se nos dice: “Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará”. De esa forma nosotros hacemos que la salvación de Dios, por dios, llegue a los que la necesitan. Llegamos al texto del Evangelio que es de San Lucas ( Luc. 13,22-30) y nos encontramos que alguien preocupado no por la salvación, sino por el número de los que se van a salvar, y que interroga a Jesús. Jesús no va a entrar en números ni en cálculos absurdos. Le va a dar respuesta pero no directamente sino yendo al fondo de la cuestión; le responde, pero de forma indirecta y mas eficaz. Va al grano personalizando la respuesta; en el tema de la salvación, le dice, se trata de ser fieles y no de doblez ni de mentiras o de apariencia; se trata de verdad, sinceridad y transparencia; no se trata de enchufes ni de compra de puestos, ni de amistades que intercedan en nuestro favor para que nos dejen entrar por la puerta de atrás. No. no se trata de nada de eso. Se trata de, como ya hemos dicho mas arriba, de verdad, de sinceridad, de sencillez, humildad y reconocimiento de la presencia de Dios en nuestra existencia que quiere que el hombre se salve, que se encuentre, y el hombre se encuentra cuando se abre primero a la trascendencia y segundo a la inmanencia que le llevan a la cercanía y comunión con el Otro y del otro, cosa que no sucede cuando se pone total y absolutamente contra todo ello, cuando se cierra, cuando se piensa que no necesita de nada ni de nadie para sobrevivir, para ser y hacer. No olvidamos y con frecuencia, de que nuestra naturaleza es dependiente, frágil; pero, como diría San Pablo, al mismo tiempo fuertes. Si, fuertes en Cristo Jesús que con su muerte y resurrección nos ha recatado y nos ha hecho hijos del Padre como nos dirá San Juan en el prólogo de su evangelio. Así que, no tengamos miedo de nuestra debilidad y pobreza que es ahí donde radica la fuerza, la fuerza y la salvación de Dios que acude en ayuda de los suyos, de los que le aceptan y confiesan con un corazón sincero y libre.¡¡Feliz día del Señor!!
José Rodríguez Díaz
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