viernes, 8 de agosto de 2025

LA PALABRA DEL DOMINGO. DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.

APRENDER APRENDIENDONOS

En la celebración de este domingo nos encontramos con  tres textos que de alguna forma u otra nos hablan de la sabiduría de Dios que se hace encontradiza con el hombre y que en la medida que este la va haciendo suya lo va encontrando mas y mas a El. 

 Así en la primera lectura que es del último libro del AT, el libro de la Sabiduria ( Sab.  18,6-9 ) y es    atribuido a Salomón, nos encontramos que el autor recurre a la experiencia del Exodo. Cómo  vivió el pueblo esta experiencia y donde encontró la fuerza para no desanimarse ante la perspectiva de una libertad que se le ofrecia y que parecia no iva a  llegar nunca. Tambien nos hace caer en la cuenta de que la vivencia de esta experiencia compartida les lleva a saber valorar la presencia del otro como hermano y a descubrir  la necesidad de vivir desde el amor fraterno. La esperanza de comprobar que Dios actua en su favor les lleva a compartir todo lo que tienen y lo que son, al tiempo que la alegría de saberse juntos se hace presente  en lo cotidiano entonando himnos tradicionales.

Ya han pasado muchos años de este acontecimiento. El autor quiere recuperarlos refrescando la memoria del pueblo e intenta sacar una conclusión valida y positiva de todo ello de forma que el pueblo no olvide sus raices, donde está su origen y cual es su destino en medio del entorno que le toca vivir.

La segunda lectura es de la carta a los Hebreos        ( He. 11,1-2.8-19) que es de autor desconocido pero sí descubrimos que la forma que tiene de tratar el tema de Jesús y su postura ante la ley, nos recuerda mucho a Pablo de Tarso. La carta nos habla del Sacerdocio de Cristo y  sus consecuencias para la iglesia. 

En concreto, en el texto de hoy, nos encontramos que  se hace, como en la lectura anterior, un repaso por la fe de los que nos han precedido en este camino de creer y esperar en Dios contra toda desesperanza. Aquí ya hay nombres concretos como hemos podido escuchar. ( Abrahán, Isaac, Jacob, Sara). Se habla de una familia nueva, de un pueblo tan numeroso como las estrellas y todo, obra de Dios. Dios, en el que hay que confiar y saber esperar. También se nos define qué es la fe:  "seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve".

 Si nos detenemos un poco y releemos, nos damos cuenta de que creer  lleva consigo cierto precio de incertidumbre que al hombre de todos los tiempo, necesitado de certezas, le produce sufrimiento desconcertante hasta que aprende a confiar plenamente en aquel que se le muestra como amigo y acompañante pero que no puede  ni controlar ni domeñar. Es el hombre el que ha de someterse, el que ha de ser poseído por Dios y no al revés.

Esta carta nos ayuda a descubrir que la historia de la salvación continúa avanzando en el mundo por medio de Cristo, de quien se nos dice que es ayer, hoy y siempre y además, contando con nosotros, necesitando de nuestra libertad y todos por los meritos de su obediencia, por la cruz.

El texto del evangelio es de San Lucas ( Lc.12,32-48 ) en donde Jesús invita a los que le escuchan a estar siempre dispuestos y preparados para lo que ha de venir. Es una forma muy sutil y cuidadosa de decir que el hombre no es dueño ni de los tiempos  ni de la historia y que, aunque se sienta inmerso en ella y en cierto modo, protagonista, a la hora de la verdad la historia la escribe Dios y no el hombre y mucho menos el azar o eso que llamamos destino. Lo que si es verdad es que el hombre colabora con Dios en la historia, en el devenir del mundo y en el propio; es lo que nos dicen los relatos del libro del Génesis desde Adán hasta Abrahán con ese atisbo de libertad  que el Creador siempre va a saber respetar pero que la criatura  no siempre va a saber hasta donde llegar con ella.

Jesús habla a los que le escuchan con la sabiduria del hombre que sabe de la historia de su pueblo y desde su relación con el Creador y les dice que cuando el hombre es capaz de estar pendiente de sus actos, de sus reponsabilidades como tal y de su bien hacer, se cambian las tornas y pasa de ser servidor a ser servido, nada mas y nada menos que por aquel a quien sirve, que es su Señor. Dios se pone al servicio del hombre cuando el hombre es fiel a su  mismo ser. Por tanto, nos dice, no hemos de dejarnos robar este bien por culpa del descuido, la apatía o la pereza; no podemos dejar que el ladrón haga de las suyas en nuestra vida, en nuestra casa. Tenemos que aprender a entrar en nosotros para saber de donde venimos y desde donde somos llamados: el misterio de Dios nos espera.

¡¡Feliz día del Señor!!

José Rodríguez Díaz 

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