«Cuando
las familias están separadas entre ellas por muros de piedra o por los
muros no menos impenetrables del prejuicio y del resentimiento, cuando
parece que hay buenas razones para decir «ahora basta»; el único modo
para romper la espiral del mal, para testimoniar que el bien es siempre
posible, para educar a los hijos en la fraternidad, es en realidad
bendecir en lugar de maldecir, visitar en vez de rechazar, acoger en
lugar de combatir»
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